Simple, simple, simple.
Al principio, la idea que hoy nos desvela, volteándola una y otra vez en tu mente, fue simple.
Pero a medida que el tiempo pasa, que las noches de trasnocho pensando se acumulan, que nuestras búsquedas se alargan, que los intercambios con “expertos” o gente de la calle se extienden, nuestra idea se vuelve cada vez más compleja de realizar y más complicada de entender.
Está bien. Es importante escuchar, buscar, indagar, pensar para seguir tallando nuestra idea para que de una roca de diamante bruta pase a ser en nuestras manos la más linda de las joyas.
Pero, al igual que en la imagen del joyero, tenemos también que buscar pulir al máximo la roca para cambiarla en piedra invaluable. Tenemos que cortar, limpiar, tallar, partir, machacar la idea para que sea la más entendible posible, la más sencilla, la más directamente adoptada, la más luminosa, la más evidente.
Desarrollamos nuestra idea colocándonos en los zapatos de los clientes.
Un grave error es de realizar nuestro proyecto para nosotros mismos porque:
- Nos gusta, somos expertos,
- Hemos lo hemos estudiado a profundidad,
- Estamos enamorados de esta idea,
- Testarudos, nos parece que tiene que ir así,
- Sería más difícil de otra forma,
- Tenemos lo que necesitamos para arrancar,
- Nos pica la plata y
- por miles de razones más.
Soñamos que:
Acariciamos el sueño de que
- nuestro futuro sea distinto,
- nuestras dificultades se arreglen,
- nuestra vida cambie para bien,
- seamos reconocidos en nuestra familia, nuestro barrio, nuestra ciudad….
Y todo se monta, se piensa, se realiza solamente en función de nosotros mismos, sin pensar que un comercio tiene, primera condición esencial, que responder a una necesidad sentida de parte de nuestros (futuros) clientes.
Para responder a una necesidad
Una técnica básica puede ser que por un instante y después por horas, días y semanas nos pongamos en los zapatos de nuestros clientes potenciales.
¿Por qué nos compraría a nosotros? Si fuéramos clientes, ¿qué nos gustaría encontrar? ¿A qué precio estaríamos dispuestos a comprar? ¿Qué productos? ….
Volver la idea impactante.
Iniciamos por lo más importante y después seguimos con los más mínimos detalles: el objetivo de esta práctica es que la experiencia del cliente sea la más grata posible en comprarnos a nosotros.
Volvámonos también clientes de nuestra competencia. Anotemos como nos fue. ¿En que podríamos mejorar y en que nos podríamos diferenciar? Tan excelente es el ejercicio que dicen por allí que lo han realizado varios dueños de grandes empresas. Si ellos lo pudieron hacer, ¿Por qué no empecemos nosotros?
¡Dura labor!
Extenuante. Apasionante. Recompensada, si lo hacemos bien, por el éxito rotundo de nuestro negocio.
Realizar algo simple es muy complicado. Empecemos hoy a resumir nuestra idea en tres líneas y confrontémosla con los clientes. Si no lo podemos hacer es que nuestra idea merece que la profundicemos…hasta que se vuelva un diamante increíble.
Preguntas de reflexión:
- Describamos nuestra idea en tres líneas. ¿Lo podemos hacer?
- Si fuéramos cliente de nuestra empresa, ¿qué necesitaríamos absolutamente?
- ¿Cómo podemos convertir esa necesidad en idea sencilla sin alterar su esencia?
- Enumeramos los procesos que hemos realizado para que nuestra idea sea simple, simple, simple.